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Gestión

Acompañando en tiempos de pandemia a nuevas trabajadoras sociales sanitarias en un Hospital de Atención Intermedia. Reflexiones desde la práctica profesional

El contexto de la pandemia supuso un punto de inflexión en la Unidad de Trabajo Social del Parc Sanitari Pere Virgili (PSPV) debido a una transformación en el modelo de intervención y en la forma de acompañar a los usuarios.

El COVID-19 trajo consigo una cadena de cambios en todas las categorías profesionales, incluida nuestra disciplina. Este escenario produjo una ausencia de profesionales consolidadas en la institución y la incorporación de nuevo personal que, en muchos casos, se enfrentaba a su primer contacto con el trabajo social sanitario o con el mundo laboral.

El personal sanitario dio una respuesta proporcional a la presión asistencial y a las necesidades de los pacientes y sus familiares Se crearon nuevos protocolos y circuitos de actuación para adaptarse a la nueva realidad a la que se enfrentaban. Las nuevas trabajadoras sociales se encontraron con que debían aclimatarse a un lugar de trabajo desconocido y que, a su vez, aquellas profesionales que ya conocían la institución y su funcionamiento, trabajaban ante una etapa totalmente nueva y desbordante que les implicaba un cambio constante en las formas de atención. Como consecuencia se produjo un cambio de paradigma derivado del momento pandémico que influyó en la intervención social.

Esta situación supuso un reto añadido para todas las integrantes de la unidad, que debían trabajar en un entorno desconcertante mezclado con el miedo y la incertidumbre ante el grave momento que se vivía. En este nuevo contexto se evidenció que la capacidad de afrontar la adversidad era un factor clave para poder sobrellevar esa situación.

En relación a la transformación del modelo mencionado, la teoría nos enseñaba que la práctica profesional estaba pensada desde la proximidad y el acompañamiento a las personas y a su núcleo más cercano. Pero en tales circunstancias, las intervenciones dejaron de realizarse de forma presencial para transformarse en atención telefónica, adecuando la intervención a las restricciones y a los nuevos protocolos. Esto suponía intentar trabajar de forma próxima, pero desde la distancia física, usando la voz como máximo instrumento de transmisión y comunicación. Se incrementaron los esfuerzos para crear una relación de proximidad, aun así, este nuevo modo de comunicación dificultó las intervenciones y la atención a todos los niveles.

Los acontecimientos derivaron a que las profesionales tuvieran que enfrentarse a situaciones emocionalmente duras y complejas en las que los familiares no podían estar al lado de los pacientes y esto generaba un gran malestar tanto a ellos como a los equipos de referencia.

Durante los meses más duros de la pandemia, se generó una carga emocional continuada, especialmente en la atención a pacientes en situaciones de final de vida, que se incrementaron notablemente, y se tuvieron que atender al mismo tiempo que no se podían desatender muchas otras situaciones. En ocasiones las intervenciones debían ser tan rápidas que se perdió la visión integral de los equipos.

La sensación de las nuevas trabajadoras sociales era de falta de conocimiento. Debían aprender sobre la marcha, no solo sobre la institución y su funcionamiento, sino también sobre un modelo de trabajo continuamente cambiante y sobre la variación de criterios de los servicios y recursos que se fueron ajustando según las condiciones que iban surgiendo rozando el límite de la saturación.

Mientras se adaptaban, entre momentos de más o menos presión asistencial, se planteó un espacio semanal donde una trabajadora social con experiencia pudiera trabajar diferentes aspectos con las compañeras de nueva incorporación. Este espacio, se sumaba a las propias reuniones de la Unidad de Trabajo Social, si bien el planteamiento era totalmente diferente.

El objetivo era compartir metodología, experiencias, valores, emociones. En definitiva, un espacio para transmitir conocimientos y razonamientos propios de la práctica y de la institución, dotando de herramientas para afrontar la práctica diaria, pero también donde compartir emociones.

En este espacio se han trabajado, entre otros, aspectos como: la importancia de la formación continuada; el aprendizaje diario que nos permite el trabajo compartido con el resto de profesionales internos y externos con los que nos relacionamos; las lecciones que nos brindan todas las personas a las que atendemos; la necesidad de ponernos en el lugar del otro, de observar, de escuchar, de analizar, para poder marcar un plan de trabajo y unas líneas de intervención consensuadas con la persona y diseñadas para ésta exclusivamente, por qué nunca hay dos personas iguales, aunque partamos de un mismo diagnóstico; la necesidad de cuidarnos como profesionales; la importancia del trabajo en equipo; trabajar las emociones;  las oportunidades que nos ofrece el trabajo social sanitario…

En una profesión en la que el verbo acompañar toma una fuerza primordial, no podíamos no hacerlo con las compañeras que se incorporaban en un momento tan complejo como el que se estábamos viviendo.

El trabajo social sanitario implica moverse en un entorno donde la problemática de salud, las emociones, las pérdidas, el miedo, el cansancio, las prisas… se mezclan con las posibilidades de cambio, la superación, la lucha, el optimismo… Obliga a reinventarse continuamente y a reflexionar, a caer y a levantarse, y requiere de una cierta pasión.

Esta pasión debe ser el motor de trasmisión.

 Unidad de Trabajo Social del Parc Sanitari Pere Virgili

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