En trabajo social sanitario, y también en el trabajo social en general, se utilizan escalas de valoración o instrumentos de evaluación de algunas esferas de la persona (funcional y psicosocial sobretodo, y también algunas de la esfera clínica).
Los instrumentos de evaluación, o escalas de valoración sirven, entre otras muchas cosas, para analizar la situación del individuo y objetivar y hacer reproducible la valoración. Como expliqué en la entrada Una propuesta de consenso sobre el significado de la complejidad social
“es indispensable acercarnos al análisis de caso no sólo con el criterio profesional, que no digo que no valga, sino además, con la utilización de instrumentos validados”.
¡Pero hay más motivos!
Instrumento (del latín instrumentum): “es una palabra que describe el elemento que, al ser combinado con otras piezas, sirve en el ámbito de los oficios o las artes para determinados propósitos. El término puede aprovecharse como sinónimo de herramienta […]”. (1)
Por tanto, podemos decir que es una herramienta que sirve para un determinado propósito: en nuestro caso, evaluar.
Como decía en la introducción, uno de los principales motivos de la utilización de instrumentos de evaluación es que permite hacer una valoración objetivable y reproducible tanto por el mismo profesional como por otro, permitiendo transmitir la información entre profesionales. Es decir, la utilización de escalas, estandarizan la evaluación profesional.
Y esto sucede, porque las escalas de valoración superan la improvisación en la forma cómo se ordenan y relacionan las preguntas, y en la puntuación que generan, y están redactadas por expertos y realizadas con métodos empíricos y evidencia científica.
Otra de las ventajas que supone la utilización de las escalas es que permiten identificar problemas no reconocidos por el profesional, es decir, no diagnosticados previamente. Puede pasar que, después del estudio del caso, la profesional decida un determinado diagnóstico social y, si procede a comparar su percepción con algún instrumento de valoración, pueda descubrir alguna situación no detectada. Así pues, el instrumento de evaluación ayuda a completar una valoración o exploración social estándar.
Otro de los aportes de la utilización de instrumentos de evaluación es que cuantifican el grado del deterioro en aquella esfera determinada, por lo que permite monitorizar dicho deterioro. Por tanto, también pueden ser útiles para evaluar el efecto de las intervenciones profesionales, siempre que la mejora (o empeoramiento) de la situación del individuo se pueda atribuir a dicha intervención.
Por último, permiten establecer un pronóstico y predecir una evolución.
Hemos visto las ventajas teóricas pero pongamos un ejemplo del ámbito clínico. Una persona tiene una metástasis ósea secundaria a un cáncer primario. ¿Cómo sabemos realmente el dolor que sufre? Hay que tener en cuenta que el umbral del dolor que cada persona soporta es variable. Por tanto, el mucho o el poco no nos indica nada. En cambio existen escalas de valoración del dolor y, con su empleo, la médica* puede llegar a cuantificar la percepción subjetiva del dolor por parte del paciente, y ajustar de una forma más exacta el uso de los analgésicos.
Escala analógica visual de diseño propio
La escala analógica visual (EVA) permite medir la intensidad del dolor con la máxima reproductibilidad entre los observadores. Consiste en una línea horizontal de 10 centímetros, en cuyos extremos se encuentran las expresiones extremas de un síntoma. En el izquierdo se ubica la ausencia o menor intensidad y en el derecho la mayor intensidad. Se pide al paciente que marque en la línea el punto que indique la intensidad y se mide con una regla milimetrada. La intensidad se expresa en centímetros o milímetros.
Por tanto, esta escala permite objetivar la cantidad de dolor que sufre una persona, y es reproducible.
Ayuda a completar el diagnóstico clínico, descartando la subjetividad del profesional, ya que aporta una cifra concreta de dolor, cuantificándolo.
Esta cifra puede monitorizarse para saber si el paciente requiere más o menos analgesia, y así evaluar la intervención profesional.
Y fuera de este ejemplo clínico, voy a nombrar algunas de las escalas de valoración utilizadas en trabajo social sanitario, sobretodo, y que en entradas posteriores analizaremos con más profundidad:
- Escala de Valoración Sociofamiliar de Gijón.
- Escala de Valoración Sociofamiliar TSO®.
- El cuestionario Apgar familiar, de evaluación de la percepción de la funcionalidad familiar.
- El cuestionario Duke-UNC-11 que permite valorar el apoyo social funcional percibido.
- La escala OSLO 3, de medida del soporte social percibido.
- La escala de Zarit, que evalúa la sobrecarga del cuidador.
- La escala ESTE II, de medición de la soledad social.
- El cuestionario Short Warwick-Edinburgh Mental Well-being Scale (SWEMWBS), para evaluar en bienestar emocional positivo.
- El Índice de Sospecha de Maltrato hacia Personas Mayores (EASI), instrumento para detectar la sospecha de maltrato hacia las personas mayores.
- Cuestionario MOS de apoyo social. Esta entrada es del Blog Trabajo Social Gerontológico, de Rubén Yusta y la enlazo aquí con permiso del autor.
- Short Portable Mental Status Questionnaire (SPMSQ) de Pfeiffer, para el cribado de la demencia.
- El MEC: Mini Examen Cognoscitivo de Lobo. Guia completa para trabajadores sociales sanitarios.
- La escala de conocimento de la demencia (DKAT2-Sp)
- La escala GDS-FAST: herramientas para la gradación de la demencia
- El Test del Informador: aplicación y relevancia, para el cribado de la demencia a partir de una tercera persona.
- …
Espero que esta entrada os anime a utilizar instrumentos de evaluación en vuestra intervención profesional de forma habitual.
Referencias:
- 1. https://definicion.de/instrumento/